Los lamentos de la noche
Después de dar la bienvenida a mi tercer hijo, todo parecía ir bien hasta que cumplió tres semanas de vida. En ese momento, comenzó a experimentar frecuentes episodios de vómitos cada vez que le daba su leche. Preocupada por su salud, pasé una semana lidiando con esta situación y finalmente decidí llevarlo al médico en busca de ayuda. El doctor le recetó una medicina para controlar el problema, y regresamos a casa con la esperanza de que las cosas mejorarían.
Esa noche, me quedé despierta, inquieta y preocupada, con mi mente llena de pensamientos sobre mi bebé. Eran alrededor de las 2 de la madrugada cuando decidí ocupar mi tiempo lavando y secando ropa. Repentinamente, mis oídos captaron el llanto de niños, pero al mirar a mi alrededor, todos los pequeños estaban profundamente dormidos en sus habitaciones. Mi bebé descansaba plácidamente en su cunita.
Intrigada por el misterioso sonido, me dirigí hacia la sala, y una vez más escuché los lamentos infantiles. Lleno de preocupación, le pregunté a mi esposo, quien estaba en la misma habitación con el bebé, si el niño había llorado, pero él me aseguró que no. En ese momento, quedé petrificada en el pasillo que conectaba las habitaciones de los niños, intentando entender lo que estaba ocurriendo.
De repente, un llanto desgarrador de una mujer llenó la sala. Sus sollozos estaban cargados de una tristeza y desesperación abrumadoras. Me quedé helada y paralizada en el pasillo, sintiendo un escalofrío recorrer mi espalda. A pesar del miedo que me embargaba, una voz interna me instó a llevar a mi hijo de inmediato al hospital.
Eran casi las 4 de la madrugada cuando llegamos al centro médico. Allí, realizaron una serie de exámenes y, cuando el doctor regresó con los resultados, me informó que mi bebé necesitaba ser trasladado a otro hospital para someterlo a una cirugía abdominal de emergencia. Me advirtió que, si hubiera esperado más tiempo, su vida habría estado en grave peligro. No entendía qué había sucedido en mi casa esa noche, pero mi madre insiste en que fue un ángel quien me avisó de la inminente tragedia.
Aunque los detalles de esa noche permanecen envueltos en un aura de misterio, siento una profunda gratitud por haber seguido mi intuición y haber actuado a tiempo. La presencia inexplicable de esos llantos y esa mujer desconocida me recordaron la importancia de confiar en los signos y estar atentos a las señales que nos rodean, incluso cuando no pueden ser explicadas racionalmente.