Noche de Terror
Aún tengo presente aquella noche como si hubiera sido ayer. El viento soplaba con fuerza, haciendo crujir las ramas de los árboles y provocando un escalofrío que recorría mi espalda. Caminaba por un oscuro callejón, cuyas sombras parecían cobrar vida propia. El silencio era agobiante, solo interrumpido por el sonido de mis propios pasos.
De repente, noté que alguien me seguía. Cada vez que giraba para mirar, no había absolutamente nadie a mi alrededor. Mi corazón latía desbocado mientras la paranoia se apoderaba de mí. ¿Quién estaría allí? ¿Por qué me seguían? Intentaba convencerme de que solo era mi imaginación, pero algo en el fondo de mi ser me decía que algo estaba realmente mal.
Decidí apretar el paso, pero cuanto más rápido caminaba, más rápido parecían acercarse los pasos que se oían tras de mí. La adrenalina recorría mis venas, y en un acto de desesperación, decidí correr. El miedo era tan intenso que apenas podía respirar, pero no podía permitir que me alcanzaran.
Mientras corría, me adentré en un bosque espeso y oscuro. Los árboles parecían susurrar siniestros secretos, y las sombras se alargaban de manera amenazadora. El sonido de los pasos se hizo aún más fuerte, cada vez más cerca. Corría y corría, sin importarme hacia dónde me dirigía, solo deseaba alejarme de ese peligro desconocido.
Finalmente, llegué a una cabaña abandonada en medio del bosque. Sin pensarlo dos veces, entré rezando para encontrar algún refugio. El interior era tan oscuro como el exterior, pero al menos me encontraba a salvo, o eso pensé.
De repente, vi una figura moverse en la penumbra. El terror se apoderó de mí cuando me di cuenta de que no estaba solo; había alguien más allí dentro. Traté de retroceder, pero mi cuerpo se había paralizado de miedo. La figura se fue acercando lentamente y, a medida que se acercaba más a la luz, pude ver su rostro. Era el de una mujer, con una expresión demacrada y unos ojos vacíos que parecían absorber mi alma.
Sin decir una palabra, la mujer levantó un cuchillo y se dirigió hacia mí. Mi sangre se congeló y mi única opción fue huir de nuevo hacia el exterior. Corrí como nunca, sintiendo que la mujer me perseguía a toda velocidad. Sabía que no podía escapar, pero cada fibra de mi ser luchaba por sobrevivir.
Finalmente, caí exhausto en el suelo, incapaz de avanzar más. Miré a mi alrededor y, para mi horror, pude ver cómo la mujer se acercaba lentamente, el brillo malévolo en sus ojos. Mi vida pasó ante mis ojos, envuelta en un terror indescriptible.
Justo cuando creía que todo estaba perdido, desperté en mi cama, cubierto de sudor y jadeando. Fue solo entonces cuando me di cuenta de que había sido solo una pesadilla. Aunque el alivio me invadió, todavía sentía el escalofrío de esa noche en mi piel. Sabía que la sensación de miedo y peligro me perseguiría durante mucho tiempo, recordándome que el suspenso puede ser tan real como cualquier cosa en este mundo.