Casa de Terror
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Encuentro con un Nahual

Hace unos años, decidí hacer un viaje al sur de México para conocer más sobre la cultura y las tradiciones locales. Siempre he sido un amante de las leyendas y el folclore, así que cuando escuché sobre los nahuales, me intrigó profundamente. Los nahuales, según la creencia popular, son seres humanos que tienen la habilidad de transformarse en animales a voluntad.

Durante mi estancia en un pequeño pueblo en Oaxaca, conocí a un anciano llamado Don Andrés. Él era conocido en la comunidad como un curandero y sabía mucho sobre las antiguas tradiciones. Una noche, después de ganar su confianza, me contó una historia que jamás olvidaré.

Me dijo que, cuando era joven, había tenido un encuentro con un nahual. En su juventud, Don Andrés trabajaba en el campo y solía regresar a casa tarde en la noche. Una de esas noches, mientras caminaba por un sendero solitario bajo la luz de la luna llena, escuchó un extraño sonido detrás de él. Se giró y vio a un enorme perro negro que lo observaba desde la distancia.

No era un perro común, sus ojos brillaban con una inteligencia casi humana y había algo inquietante en su presencia. El perro lo siguió durante varios minutos, manteniendo siempre una distancia prudente. Don Andrés, aunque asustado, decidió enfrentarlo. Levantó una piedra del suelo y se la lanzó, pero el perro ni siquiera se inmutó. En lugar de huir, comenzó a acercarse lentamente.

El miedo se apoderó de él y empezó a correr. Podía escuchar los pasos del perro tras de él, pero no se atrevía a mirar atrás. Llegó a su casa, cerró la puerta de golpe y se quedó allí, escuchando el aullido lastimero del animal fuera de su casa. Esa noche, no pudo dormir.

A la mañana siguiente, encontró huellas de perro alrededor de su casa, pero eran demasiado grandes para pertenecer a un animal normal. Decidió consultar a un viejo amigo suyo, también un curandero, quien le dijo que el perro negro era en realidad un nahual, un hombre que había tomado la forma de un animal.

Don Andrés me miró con seriedad y me dijo: “Ten cuidado, joven. Los nahuales no son solo historias. Existen, y algunos no tienen buenas intenciones”. Aunque la historia me puso los pelos de punta, mi curiosidad no se apagó.

Esa misma noche, no pude resistir la tentación de explorar el bosque cercano al pueblo. Equipado con una linterna y una cámara, me adentré en la oscuridad. El bosque estaba en silencio, y solo el sonido de mis pasos rompía la quietud nocturna.

De repente, escuché un crujido a mis espaldas. Apagué la linterna y me quedé quieto, tratando de escuchar. Sentí una presencia, algo que me observaba. Encendí la linterna de golpe y vi a una figura alta y oscura que se ocultaba entre los árboles. Era un hombre, o al menos parecía serlo. Sus ojos reflejaban la luz de la linterna, brillando con un resplandor extraño.

Antes de que pudiera reaccionar, el hombre se transformó. Sus rasgos se alargaron y su cuerpo se encorvó hasta que, en su lugar, había un enorme jaguar. Mis piernas se paralizaron por el miedo, pero mi instinto de supervivencia me obligó a correr. Corrí sin rumbo, solo quería alejarme de esa criatura.

Escuché el rugido del jaguar detrás de mí y sentí su aliento en mi nuca. Finalmente, vi las luces del pueblo y corrí hacia ellas con todas mis fuerzas. Llegué a la casa de Don Andrés y golpeé la puerta frenéticamente. Él me abrió, y sin decir una palabra, me empujó adentro y cerró la puerta.

Me ofreció un vaso de agua y me pidió que me sentara. “Lo viste, ¿verdad?”, me dijo con un tono grave. Asentí, incapaz de hablar. Don Andrés hizo un ritual de protección alrededor de la casa y me dijo que los nahuales respetaban ciertos límites sagrados. Esa noche, dormí en su casa, y aunque no pude descansar bien, me sentí un poco más seguro.

Al día siguiente, dejé el pueblo con una mezcla de fascinación y temor. Ahora sé que los nahuales no son solo una leyenda. Son reales y están ahí afuera, en los lugares más recónditos, observándonos. Nunca olvidaré esa noche en Oaxaca y siempre recordaré las palabras de Don Andrés: “Hay cosas en este mundo que es mejor no buscar”.

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