El Abuelo Arcadio
Una vez, mi abuela me contó esta historia sobre mi bisabuelo Arcadio.
Él cabalgaba cerca de los campos de maíz, avanzando a paso lento hacia otra ciudad, cuando el amanecer apenas asomaba, alrededor de las cinco de la mañana. Al llegar a un canal rodeado de vegetación, un llanto de bebé rompió el silencio de la madrugada.
Sorprendido, se bajó del caballo para buscar al pequeño y pedir ayuda. Entre la maleza lo encontró: un bebé envuelto en una manta. Sin pensarlo mucho, Arcadio lo levantó en brazos y volvió a montar, decidido a llevarlo a la ciudad, donde podría encontrar a alguien que asistiera al niño.
Sin embargo, mientras cabalgaba, el bebé comenzó a llorar más fuerte, su llanto se volvía cada vez más desgarrador. Arcadio intentó calmarlo, pero de repente, el llanto cesó por completo. Un silencio pesado e inquietante cubrió el campo. En medio de ese silencio, una voz extraña y gutural habló:
“Arcadio, mira mis dientitos”.
Sobresaltado, Arcadio retiró la manta que cubría el rostro del bebé y lo que vio lo paralizó de terror: una cara deformada y monstruosa lo miraba, con una boca grotescamente grande y colmillos afilados. En un acto de puro instinto, lanzó aquella criatura al suelo y, con el corazón latiéndole en la garganta, espoleó a su caballo para huir tan rápido como pudo.