Casa de Terror
Blog,  Relatos de terror

El Perro con Botas

Hace algunos años, atravesaba una situación económica muy difícil. Tenía una familia que mantener y el trabajo apenas me alcanzaba para sobrevivir. Fue entonces cuando mi cuñado me ofreció un empleo que, en ese momento, me pareció una bendición: cuidar unos invernaderos durante las noches. El trato incluía un pequeño cuarto donde podíamos dormir y vivir mientras trabajábamos allí.

Al principio, todo parecía normal. Nos acostumbramos rápido a la rutina nocturna y al silencio del lugar. Pero pronto, ese silencio se vio interrumpido por algo que no pude explicar.

La primera noche que ocurrió, estaba por dormirme cuando escuché un golpe fuerte, como si algo o alguien golpeara con furia una de las láminas de metal al otro lado del cuarto. Salí a investigar, con el corazón acelerado, pero no encontré nada. Pensé que tal vez el viento o algún animal lo había causado.

Sin embargo, la noche siguiente, los ruidos regresaron. Esta vez, no sólo fueron golpes. Se escucharon claramente pasos en la azotea de nuestro cuarto, seguidos por los mismos golpes metálicos, cada vez más violentos. Mi cuñado también los escuchó y, al ver mi expresión, supe que no estaba imaginando cosas.

Tomó un machete y yo agarré un palo de guayabo que tenía a la mano. Salimos, cada uno por un lado de la casa, rodeándola para evitar que la persona —o lo que fuera— escapara.

Cuando llegué a la esquina del cuarto, lo vi. Aún hoy me cuesta describirlo sin que se me erice la piel. Era la figura de un perro… pero no un perro común. Era grande, demasiado grande, y lo más escalofriante: llevaba puestos pantalones y botas de hombre.

Me quedé paralizado, tratando de entender lo que veía. Pero esa… cosa… fue rápida. Saltó hacia el bosque, desapareciendo entre la oscuridad, dejándome solo con mis pensamientos y el eco de los golpes en la lámina.

Esa misma mañana, mi cuñado y yo tomamos la decisión. No valía la pena seguir en ese trabajo. Tal vez muchos no lo creerán, pero en los Altos de Morelos abundan historias de nahuales… y después de lo que vimos, no me queda duda de que fuimos testigos de una de ellas.

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